Recuerdo a mi padre, de bota tejana
montando con garbo su yegua retinta;;
que briosa y gallarda, le puso \"Sultana\",
ya que poseía magnífica pinta.
De forma sincera tendía su mano,
jamás en sus ojos se vieron temores;
forjado en la lucha, su temple espartano
surgió victorioso de negros horrores.
También lo recuerdo tan lleno de vida
luciendo elegante su broche dorado;
aquel que mostraba su talla aguerrida,
y fuera su lauro, con honra ganado.
El siempre me daba su sabio consejo,
decía que nunca debía temer;
que todos mis actos serían reflejo
de espíritu grande, que puede vencer.
Hablaba de todos los hombres cabales,
contándome historias de honor sin igual;
decía que honores y marchas triunfales,
los tienen aquellos con alma especial.
Por eso en las horas que siento quebrarme
recuerdo su imagen y su bizarría;
y siento su mano que supo orientarme
y darme el consejo que se requería.
Autor: Aníbal Rodríguez.