Todas las copas que vaciamos
al calor de las madrugadas,
el vino que alimentó la alegría
y manchó los muros de besos tintos
murieron en lo oscuro de tu olvido.
Todas las rosas que nacieron
para vivir en tu mesa de luz,
con las espinas de lo áspero
y pétalos que extraña mi tacto
no resucitarán una vez más.
Todos esos días que pasamos ayer
son cristales quebrados sobre la piel,
polvo en las hojas de un cuaderno
y capullos arrancados sin poder florecer.
Todas las horas calladas,
las horas soñadas
de tu dulce mano
y tu triste augurio
murieron en un eterno adiós.
Todas esas cosas y más,
el viento gimiendo al pasar,
la suave soledad del cuarto,
las sombras que forjábamos
al enredarnos en sábanas:
Antología de cosas muertas,
cosas difuntas a la orilla del tintero.