Hector Augusto Cuestas Venegas

Muerte, óyeme

Tú, rostro turbio, faz antónima de la vida,

que exhibes tu sonrisa siniestra y silenciosa,

oh, lóbrega estampa de la capa y la guadaña,

que gozas con criaturas que te temen y te huyen.

 

Si bien sabemos de tu visita inexorable,

no nos intimides con tu aspecto desafiante,

escóndete en tu nicho y mastica tus proezas,

y deja que tu vientre digiera tantas almas.

 

Si es tan ancha el ansia de devorar nuestro cosmos

agarra tu tenedor y pincha la codicia,

engulle ya el odio, la traición y toda envidia,

trágate toda esa boñiga para saciarte

y aporta algo a este mundo impúdico y putrefacto.

Hazlo ya, muerte. ¡Y préstame tu hoz para ayudarte!