Tú, rostro turbio, faz antónima de la vida,
que exhibes tu sonrisa siniestra y silenciosa,
oh, lóbrega estampa de la capa y la guadaña,
que gozas con criaturas que te temen y te huyen.
Si bien sabemos de tu visita inexorable,
no nos intimides con tu aspecto desafiante,
escóndete en tu nicho y mastica tus proezas,
y deja que tu vientre digiera tantas almas.
Si es tan ancha el ansia de devorar nuestro cosmos
agarra tu tenedor y pincha la codicia,
engulle ya el odio, la traición y toda envidia,
trágate toda esa boñiga para saciarte
y aporta algo a este mundo impúdico y putrefacto.
Hazlo ya, muerte. ¡Y préstame tu hoz para ayudarte!