JULIO CESAR CORVALAN

Y cerramos las puertas...

Y cerramos las puertas al mundo,

para encarcelar nuestras penas…

Dejando vacías las calles,

La estación y las escuelas.

A través de una ventana,

nos  veíamos de veras.

Sin máscaras ni rencores,

Llorando lágrimas ajenas.

Y miramos nuestras almas,

en las almas de allá afuera

Y ahogamos nuestro llanto,

con el llanto en nuestras venas.

Nuestras  casas fueron mundos,

fueron tabla en la marea…

Y fuimos náufragos desnudos…

Tiritando ante la hoguera.

Y cerramos las puertas al mundo;

Para abrir esperanzas sinceras.

En la eternidad de un segundo,

en la fragilidad de la fuerza.

Y distanciados nos unimos,

Nos abrazamos en la espera.

Para vernos desde lejos,

en la unión de una arenga.

Yo te cuido y tú me cuidas…

Nos gritamos entre letras.

Sin mirarnos a la cara,

Sin saludarnos siquiera.

Y nos volvimos al cielo,

 para abrazar una estrella…

Para buscar un milagro,

que extinguiera la pandemia.

Uno a uno los vecinos,

se apagaban en la acera,

Como hojas que el destino

extinguiera en mil banderas.  

Y nos fuimos hacia adentro,

dejando el enemigo afuera…

Acechando nuestros sitios,

Con sus fauces de vil fiera.

Quédate en casa, nos dijo…

Aquella gran e invisible bestia,

para darle un zarpazo a tus hijos

A mi madre y a nuestra tierra.