Si la rosa que el filo quiebra de tu mirada
– viva luz de tu carne – hacia el cielo te lleva,
un silencio de aguas y metales se eleva
del paisaje que abraza tu bóveda dorada.
Un árbol casi flores de voces ateridas
en el patio congela su instantánea presencia
anunciando en el sueño de tu cuerpo inminencias
de clamores de un tiempo que germina la vida.
¡Ah, tu gesto materno de recoger las manos
para abrazar la imagen que ilumina tus ojos!
¡Tus manos resistiendo al tiempo y a sus antojos!
Te anticipa a la cima de sus abismos vanos
la hora que interrumpe y reanuda su guerra
para hacerte sonrisa, sombra de un vuelo, tierra.