Cierro mis ojos para ver,
con mi corazón rebosante de fe, y poderme transportar
mil novecientos ochenta y siete años atrás,
para mirar detenidamente
la máxima demostración de amor,
que se recordará para siempre…
Una persona justa, inocente y leal,
clavada en un madero de tormento;
en ese preciso momento,
Dios contestó esa pregunta,
que hasta ahora ronda en muchas mentes,
quitaría esa duda
que tiene mucha gente:
Tanto amó Dios a la humanidad,
que entregó a su hijo amado,
nos abrió la maravillosa oportunidad
de ya no ser más esclavos del pecado…
Una muerte muy diferente
de la que todos conocemos,
un catorce de nisán del año treinta y tres,
el Hijo de Dios murió,
para rescatarnos del pecado;
un acto de amor
que sirvió para cubrir nuestro error…
Jesús pisó está tierra contaminada
para darnos su enseñanza;
soportó golpes, insultos y blasfemias
para que en la mentira no te pierdas…
Hoy veo tantas caras preocupadas,
como si no hubiera una salida;
nunca olvidemos que nuestras vidas
son y serán preciosas para Dios…
Por eso mi alma se serena,
también se consuela,
tiene la esperanza
de la vida eterna…
Es verdad, reina la maldad,
y no es mentira,
el dolor golpea nuestras vidas;
en medio de tanta oscuridad
resplandece la luz de Dios,
nos ofrece su amistad
para darnos un mundo mejor…