Altos acantilados como fieros centinelas
desde el fondo del abismo imponentes se miraban
cual celosos carceleros resguardaban la pozuela
a la que sólo sapos y otros bichos visitaban.
Más nada estaba oculto
para el que todo quiere y todo puede
él que con arrogante faculto
su señorío accede.
Imponente su presencia
cuál todopoderoso
en el fondo del barranco
su pulcra planta posó en suelo fangoso.
El jade de su mirada
en la turbia agua se reflejó
y el opaco líquido que ondulaba
entre sus manos tomó.
Le retiró las impurezas
y cristalina le dejó
con otro aspecto, fresca y radiante sin tristezas
al contemplarle el corazón le robó.
Le transformó en vapor
y a las alturas le llevó
para que mirara un mundo mejor
algo muy diferente a lo que siempre vió.
Tanta fue su alegría
al verle maravillada
su risa fue sinfonía,
para él música sagrada
Para que siempre gozara
las maravillas del mundo
y una eterna sonrisa su alma dibujara
le convirtió en nube en amoroso segundo.
El cielo fue la morada
de tan singular pareja,
el amor es canción apasionada
es luz, es fuerza sublime que aún de acero rompe la reja.
Fue tan grande el resplandor
que lastimó pupilas envidiosas
tal parece que el amor
si no es tuyo y si es ajeno es cosa culposa.
Lastimarón su nuevo mundo
su corazón se rompió
añoraba tristemente aquel foso inmundo
que siempre le protegió.
Se murierón las ilusiones
la insidia y la mentira dañaron ese amor
no fue suficiente un beso
había mucho dolor.
La nube se volvió agua
y a su charca regresó
él la mira desde su mundo
ella el nivel más bajo buscó.
Allí es donde pertenece
rodeada de fango allí le puso un Dios
alimañas le visitan aunque día a día fenece
nunca debió sacarle aquél que le dividió el corazón en dos.
Gastón Medina Vázquez