Pasados ya ciertos ardores,
y recluidos entre bambalinas
los asuntos sexuales, nos limitamos
a vernos, sin hacernos objeciones.
Y es que pasada la cincuentena,
la realidad avasalla y la cama no quema.
Maquillajes que ocultan
el amarillo fugaz de los labios,
y una mano de pintura que el frío
no elude ni quita.
Metidos en nuestras camas, como
niños sin sexo, esperamos al postre,
para darnos algún beso-.
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