¿Qué tendrá que duele tanto
la distancia al horizonte?
¿Por qué mis dedos pretenden
ser raíces que buscan
la comunión con la Tierra?
Le tengo miedo al sauce
porque no derrama su verdor
en el manantial florido
donde bebo cada día,
y le tengo miedo
a las sombras
que me envuelven en la noche
lejos de la infalible daga
que no pude traer conmigo.
Ayer queda tan lejos
que mañana
se dibuja
con un halo de misterio
que incesante me llama.
Y tiemblo
y siento que las hormigas
se apoderan de
mis pies.
¿A qué temo?
Si soy tierra de la Tierra,
si ya la tengo hollada
de tanto pisar mis huellas,
y mi sangre está dispersa
entre quebrados olivos
donde entrelaza el mochuelo
sus acompasadas notas.
Me identifico al fin
al comprobar que allí sigue
la herida abierta
en el monte
—cicatriz de los tiempos—
cuando abro y cierro
mi ventana.