Hay un niño sentado al borde de mi alma, sus mejillas descansan entre sus manos, y en la mirada lleva algunos sueños, que nacen hoy, y mueren hoy.
Esta muy solo, parece que el mundo anduviera lejos, de pronto sonríe, se levanta y se aleja hacia un lucero que no demora en alcanzarlo.
Donde estaba el niño, un recuerdo imaginario besa un espejo que pasaba por aquel momento, pero no hay reflejo, solo una lagrima se desliza y resbala hasta que todo se ondula.
El niño imaginario, de espaldas, despliega unas alas y saluda sin mirar hacia su destino, y se pierde con el tiempo.
Todo sucede siempre muy rápido, y cada vez que vuelve, me deja preguntas que nunca puedo contestar.
Siempre llego a la misma conclusión, a veces creo que nací a los 12 años, pues este niño tiene la misma edad, no tiene recuerdos, ni memoria, y jamás nadie se pudo dar cuenta, además, nunca tenía \"fiebre\", y los adultos; los adultos somos como podemos, y no como queremos.
Pero la imaginación, siempre tiene maravillosas alas, y cuando tus experiencias, o tu cuerpo se pone muy denso por el peso de un mundo que no entiendes, creo que estas alas no solamente te dan un vuelo infinito, sino que, además, si las haces mágicas, podemos ingresar a dimensiones absolutamente inalcanzables para nuestros pies.
Aunque estos tengan las sandalias, del gran Dios Mercurio.