A veces siento que no te cuido,
que no te velo, que no te mimo,
a veces pienso que te abandono
que no estoy siempre detrás de todo,
que me descuido, me desentiendo
que no respiro tu mismo aliento,
que no te escucho cuando me hablas
que me relajo cuando te callas.
A veces siento que te deseo,
sigo tus pasos cual lobo en celo
pero no encuentro más que los ecos
de tus pisadas en el sendero;
en el camino crecen las zarzas,
en la cunetas crían las hiedras
y el lecho es frío como un torrente
que se desploma desde las nieves.
Me lo recuerda tu voz opaca,
me lo reprochas con la mirada,
con tus palabras -ecos perdidos-
con esos besos huecos, vacíos
y yo me siento roto y herido
como un pañuelo descolorido
como un amante desarbolado,
como un recluso sin abogado
como un chiquillo cogido en falta
por esa niña a quien tanto ama.