Que mis manos abrasen tu cintura,
provocando un eclipse de piel
se cuele el ignoto deseo,
de dormir en tus ojos, tal vez...
que el fuego de tus labios,
devore el juglar frenesí,
que haya mi estirpe varonil,
en rededor de tu aura,
daría mi viña por una caricia,
un puñado de mí por tu presencia,
estoy rebosando de amor,
hasta el mismo infierno me detesta;
en la cima de las miradas,
yacen las pulcras bondades,
la pasión de juventud,
muere por falta de amor;
que mis manos abrasen tu cintura,
que mi piel pronuncie tu nombre,
que el fuego de tus labios,
muera en la vertiente de los míos;
y allí, en el estupor de un nuevo amanecer,
sepultadas ya las culpas fariseas,
se cuele el ignoto deseo,
de dormir en tus ojos, otra vez…
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