Una línea sobre otra línea, y fondos y formas superpuestas, una puerta es una composición de espacios y aberturas que cubren espacios y cierran aberturas. Esa es la antagonía de su propia existencia, es una declaración de opuestos que se pertenecen en la misma realidad artificial que se les ha otorgado.
¿Acaso seremos nosotros también una puerta?
¿Qué nos salvaría de ser un objeto?
Si al tocarnos suponemos abrir una parte de lo que somos, e inmediatamente después nos cerramos al descubrir lo que hay dentro, que no es más que la profundidad de la que estamos hechos, porque al igual que la puerta, nos oponemos contrariamente a lo que nos atraviesa.
... Y ni hablar de la realidad -impuesta- que nos somete como los clavos que aseguran la madera.