Sólo unas monedas, señor
por éste pedazo de hilos alegres
sin marca ni fama
tejidos con la resignada impotencia
de mi estirpe humillada
Son treinta pesos, señor
los que valen una jornada
sin caricias de madre
ni consejos de padre
Son treinta pesos, señor
los que engañarán el hambre
de una desvalida familia
cuyo patrimonio es la calle
No me empuje si le insisto, señor
son treinta pesos por librarse
de mi infancia carente de educación
de disciplina y modales
Son sólo unas cuantas monedas
para oír tintinear en mis manos
que desconocen juguetes
y prolongarán su miseria
Son treinta los suspiros inaudibles
perrdidos en la ciudad impasible
ajena a mi niñez ultrajada
a mi jacal incendiado
a mi heredad usurpada
Sus treinta pesos, señor
encierran un futuro enigma
la oruga que emergerá mariposa
o el carroñero gusano cebándose
en puños sobre el putrefacto cadáver
treinta, treinta pesos y me callo, señor