Esteban Mario Couceyro

Inevitable

He salido, a respirar el atardecer

el día, se va detrás del sol

sin despedidas, como si nada hubiese pasado

como si todo este tiempo

haya sido inevitable

inevitable.

 

Quisiera correr, tras la luz

no dejarme atrapar por la noche

arrojarme tras el horizonte en llamas

y extraviarme

en el vacío inmenso de la ausencia.

 

El atardecer ya expira entre las sombras

entre los gritos ocultos en los callejones

en lo imprevisible de las encrucijadas

en la humedad de las manos nerviosas

en esos labios acoplados

de eterno naufragio.

 

La noche y sus aromas

a poluciones malsanas

a esa brisa cálida de los motores

mezclada con perfumes baratos

a húmedas bocanadas de sótanos

inundados de incógnitas.

 

Un gato enervado, contra el filo de la esquina

me mira, seguro, como si me conociera

dejándome pasar, sabedor de mi destino

en esa calle ganada por las sombras.

 

Ya la noche plena

agobia de tinta luz

mis ojos cansados

he sido nuevamente derrotado

por este tiempo de cadencia

de luces y sombras

de olores escondidos

rugidos del tráfico

y esta pesada soledad

que se respira

en los ojos de los demás.