Recuerdo aquella noche, de estrellas luminosas,
frente a la mar brillaban, envueltas de un lucero,
las velas encendidas que atraviesan llorosas,
solo ven en la nada, sin volar al jilguero.
Leyendo en mi escritorio, letras grises dudosas,
que derriten el hielo, con calor de un caldero,
en el rincón perdido, refugiado en mis prosas,
con nudo en la garganta, y una flecha de arquero.
Soy solo el que perdura, siguiendo en el papel
dibujando el pantano de un color escarlata
y escondiendo mi vida, con la sangre en mi piel.
Desierto entre los sueños, el insomnio desata,
escribiendo en la piedra, mi larga noche fiel,
he dejado mi escrito, entre líneas de plata.