andrea barbaranelli

Cambio de generaciĆ³n

                                                         Death, be not proud

                                                                               John Donne

 

Hemos ido menguando,

disminuyendo poco a poco,

hasta redurcirnos casi casi a cero

los nacidos antes de la última guerra,

los últimos sobrevivientes,

la memoria histórica de una era

a caballo de dos mundos.

 

Cada uno de nosotros es una biblioteca

o, mejor dicho, un archivo

que sería quizá importante defender

del riesgo de inundaciones e incendios.

 

Habrá, por supuesto, la excepción

extravagante de algún centenario

que volverá a repetir sus recuerdos

hasta que se vuelvan falsos

y totalmente inutilizables,

pero al final él también morirá.

 

Será de veras triste pensar

en la espantosa carnicería provocada

por el tránsito de una entera generación,

por el tránsito de tantos cuerpos en la tierra,

cuerpos hechos de piernas y nalgas,

de vientres llenos de vísceras,

de pechos hinchados por las esponjas

de los pulmones y por las válvula cardíacas,

de brazos con sus apéndices táctiles,

sin olvidar los cráneos

embutidos de materia grisácea

y los rasgos de las caras

con su serie infinita de muecas.

 

Hemos inventado expresiones

para oportunamente definir

este avanzar o retroceder a la deriva,

este forcejear, caerse y sucumbir

al cáncer de próstata, al infarto,

al cáncer de pulmón y de mama, a la pulmonía,

a la pancreatitis, al alzheimer,

a la agresión de los virus,

al atropello en el paso peatonal

por la distracción de un momento

de quien conducía hablando en su móvil,

a todos los innumerables modos

que la muerte inventa para barrer

el terreno y limpiarlo de los residuos

de la generación precedente.