Ella no sabe que le escribo,
pero le escribo.
Me encanta dibujarla con palabras grises como:
adiós
perdón
siempre.
Le escribo a sus lunares
que son cómo archipiélagos en el mar de su espalda,
a sus gestos raros,
tiernos.
Le escribo a su mirada,
a la luz que la en verdece.
Le escribo a su cuerpo.
La invento.
La recuerdo poco.
La recuerdo.
Sobre todo cuando la noche aplasta el suelo
y las farolas tienden a incendiarse.
La recuerdo sobre todo,
y le escribo.