Tengo hambre de fe,
esa pequeña amiga, cuya presencia,
aunque constantemente invoco, nunca llega.
Quisiera conocerla de verdad,
porque mi alma anhela despertarse,
salir de este profundo sueño de hastío emocional,
y de burgués aburrimiento.
Invoco a Dios, cada mañana.
Pero el acude tímidamente siempre,
porque me falta fe.
A veces, observo la crudeza,
la realidad mundana de mi entorno,
las guerras, la ignominia,
los ojos tristes de los niños que sufren,
e invariablemente el dolor que esto me infringe,
produce en mi hambre de Dios.
Tengo hambre de Dios,
que es hambre de justicia,
en una sociedad que se preocupa,
del tiempo, de la moda, en ir de prisa.
¿Y quien nos salvará entonces, sino Dios?
Guevara se nos fue, su discurso ha perecido.
Los luchadores sociales solo habitan en libros.
Por eso,
rezo continuamente por los hombres,
por los pocos humanos buenos que aún existen,
los demás son solo esbozos de humo negro,
falsos líderes que dominan el arte de la mentira y egoísmo.
Si.
Por eso invoco a Dios,
cada mañana, cada tarde, cada noche.
Pero él como ya dije acude pocas veces,
tímidamente siempre,
porque me falta fe.