Me hace falta
perder la cordura
en tu mirada.
Me sobra
alucinar tu sonrisita macabra
en plena madrugada.
Me daña
pensar que de pronto
olvidaré lo perfecto de tu rostro,
y que,
a poco a poco,
estaré deleitándome con otro.
Pero…
-en parte-
me alivia
el posible fin de esta agonía;
de amar a quien no debía.