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**~Novela Corta - Las Cadenas del Imperio - Parte I~**

Elisa, era la muchacha feliz como cualquier otra a la edad de ella. Tenía veinte años, la edad más fructífera de la vida de una joven adulta. Sólo ella quería encontrar el amor y casarse, y tirar la casa por la ventana, como ella siempre decía. Elisa, era la jovencita más deseada en el barrio, por sus ojazos azules, la hacían más bella y más hermosa y más jovial que nunca. Su vida fue y será, la más indeleble. No se pudo borrar las marcas más trascendentales de toda una historia, cuando en el alma se había entristecido como nunca antes. Ella, un día salía de su casa en el barrio más escandaloso de toda una avenida transitada por todos. Salió y la persiguió un hombre de mediana estatura, delgado y con un móvil a la mano. Ella, no se percataba de nada, pues, era tan inocente, la muchacha de ojos azules, y de cabellos rubios, en que solía, sólo ir y de venir al colmado, a la escuela, y a la iglesia. Nunca supo que él, la perseguía, un día se volteó a ver y él se presenta y le dice que se llama Rudolfo. Conversan todo el camino, si era el nuevo vecino de la muchacha. Había otro hombre mayor que también la pretendía, pues, era ella Elisa, buena moza. Como de principio a fin, ella, era la más linda del barrio. Rudolfo, era un muchacho delgado, y de buen parecido de unos veinticinco años. Era un buen hombre, pues, era un ser muy bueno y que la quería, si empezó a quererla, desde que la vió por primera vez. Ella, Elisa, se despide de él, de Rudolfo, pues, tenía cosas qué hacer. 

 

Ella, trabajaba, pues, la vida era muy difícil y muy dura de vivir. Y no tenía casi de qué comer. Trabajó mucho, pues, sólo quería sobrevivir y hacer feliz a sus padres. Iba y venía, si sólo quería ser feliz en un mañana. Cuando una sonrisa se torna seca y triste sólo se debía a dos cosas, decía ella, -“a vivir sin ser feliz, o a ser feliz sin felicidad”-. Si siempre se quería que sus sueños se hicieran realidad. Pues, sólo se entristecía como un día sin sol, si sabía que sus sueños no se iban a realizar. Un hombre de unos treinta y cinco años, la amaba, pero, ella no. Sólo él quería hacer feliz a la muchacha de sus sueños, pero, ella nunca se lo permite. Cuando en el amor, sólo el amor, albergaba  su triste corazón. Pero, ella, sólo ella, quería ser feliz con el amor de su corazón. Pero, no, no lo había hallado aún. Era soltera, buena moza, de unos ojos azules, y de cabellos rubios. Era la chica más ideal, más electrizante, más frívolo era el deseo de ser el dueño de su amor. Cuando en el alma, sólo en el alma, se debió de creer en el sortilegio de poder vivir sin herir a su corazón. Cuando en el alma, sólo en el alma, se debió de creer que tenía una lucecita mágica y real. Cuando finge el delirio de estar enamorada para poder sentir en verdad lo que era el corazón enamorado, pero, sólo fue fingirlo. Cuando se hizo el ademán tan frío como el de ver el cielo con las nubes blancas, cuando en el paraíso se sentía así. Cuando el hálito perfumó lo que encierra las cadenas frías de la muerte, o sea, las cadenas del imperio. Cuando en el ambiente sólo llegó a ser como el frío invierno, de sólo sollozar lo que fue su vida. Una vida de buenas y de malas suertes, pues, vivía de sol a sol, trabajando, para lograr lo que nunca un sólo deseo en ser alguien en la vida. Cuando en el camino se enfrío como el infierno en un sólo invierno. Y sólo quiso alterar sus fuerzas en creer que sería la primera mujer en ser lo que quería en ser. Pero, la vida la llevó, por unos momentos ingratos e indeseables. Sólo, se llevó la magia en creer, lo que quiso en ser. Pero, sus fuerzas se debilitaron una noche en que ése hombre de unos treinta y cinco años, la llevó lejos de su realidad, se la llevó por donde se pasea el más débil de los hombres, el ser un sólo hombre tan vil y cruel. Sólo un hombre violador. Ella, una dulce muchacha, una linda chica, de ojos azules, sólo se llevó un mal tropiezo en la vida, pues, su honestidad cayó en un sólo mal deseo. Y su virtud, sólo fue una apuesta mal fundada entre aquél mal hombre. Se fue por el camino pernicioso, desolado, y en una triste soledad que llegó a herir y a matar a su pobre ansiedad y más a su pobre corazón. Llegó una noche, la más triste de la muchacha de ojos azules. Cuando la vida es tan aciaga, tan vil y tan consecuente ingrata. Cuando sólo falló, una corazonada, un latido, o un beso prohibido, el cuál, nunca había probado y de ningún hombre. Su exactitud, como firmeza, quedó francamente, a la mala intemperie. Cuando al acecho culminó en una vil tragedia, en un mal desenlace. Cuando quiso en ser como en la fría soledad, una desventura y un infortunio tan adyacente de fríos inertes. Y se fue por donde el frío nace, por donde el invierno se siente, y por donde el sol no está, por la misma piel. Cuando en la jactancia del dolor, se debió de creer en la débil sensación. Y era ella, la que se llamaba Elisa, la que se erizaba su piel de fríos verdaderos, cuando ella, recordaba a su más terrible pasado. Cuando en el alma, sólo en el alma, se entristecía su manera de amar y más en sobrevivir a su forma de ver la vida. ¡Ay, su vida!, es y siempre ha sido de mucho trabajo y de mucho esfuerzo para tener lo que tenía la muchacha de ojos azules. Se fue esa noche, esa terrible noche, apaciguada, en calma, sin temer ni ansiedades, ni de miedos ni de sollozo en calma por el valle. Poseía paz, una irradiante paz, y tan temible que representaba el mismo silencio. Y ese valle, tan oscuro, y pernicioso, tan real como el mismo cielo oscuro, tenía un velo muy negro, pero transparente, translúcido, y muy bonito y sin luna. Pero, estaba en silencio, en calma, y en un sosiego clandestino, y ella, se llamaba Elisa, ahí es que emanaba lo lisa que era su piel, tan blanca como las nubes de algodón, o como la misma tela de color blanco, o como el mismo cielo. Pero, hubo un momento en el camino, que hubo un silencio aterrador entre ella, el ambiente y la noche peligrosa. Ella, sólo presintió temor, y un deseo de seguir muy ligero y más rápido iba, la muchacha de ojos azules. Cuando de repente, sucumbió en un mal deseo, el deseo se convirtió en un mal y atrayente penumbra de soledad en sombras tan oscuras como aquel mismo cielo, allá arriba. Cuando en el dolor, sólo en el dolor, quedó como dando golpes con una piedra a su pecho. Y no esperó a que el temor pasara, sino que prosiguió, en esa noche de tinieblas y de sombras oscuras. Yá la perseguía un hombre, un sólo hombre, por aquel valle lejano, por el atajo para llegar a su destino y a su trabajo. Y ella, inocente de todo, camina, y camina, buscando sobrevivir, logrando llegar a su meta más indeleble ser alguien en la vida. Pero, su vida se troncha, cae a la perdición, al intento suicida, hasta llegar a matar, y todo por una terrible y la más dolorosa violación. Y era ella, Elisa, la que infructuosamente  quiso ver el cielo de azul, y no de tempestad, pero, sólo vió y lo sintió y siempre lo veía así, aunque estuviera de azul. Ella, la muchacha más tímida del barrio, era la que quería salir hacia adelante y más por su propio mérito, pero, algo tronchó su camino y su destino. Y fue una dolorosa violación de un hombre de más treinta y cinco años, el cuál, la amaba, y decía que ella era su amor, su único amor y que él tenía lo que quería y una de ellas era la muchacha de ojos azules. Ése hombre era un buen hombre, pero, el deseo y la manera de querer que él tenía, sólo lo llevó hacia el mal de un acto tan maléfico, tan horroroso y tan cruel. Tan terrible como el día se apagara la luz del día. Tan desolado como es sola la soledad. Y tan vil como cobarde es el hombre que perfila un acto así. -“El hombre sólo se deja llevar por sus impulsos y por ser machista a la hora de amar, pero, es un gran cobarde en admitir sus errores”-, decía ella, Elisa. Y era cierto hasta que se topa con el mal momento mas terrible en su corta vida. El cual, la hace madurar, entender, sentir rabia, enojos, piensa en el suicidio, hasta que logra vengar su virtud. Elisa, comprende, pero, no entiende, que el hombre es así, que se deja llevar por sus impulsos y por ser el cobarde en la trampa y en el juego del amor y la pasión. Él, la quiere, pero, a su manera y forma de sentir percibe el amor a conciencia, sin errores y sin descuidos. Él, sólo quería amar y lo hizo de la manera más vil que se puede entender. Y saber que el delirio es el más frío de sentir en la propia piel. Y, ¿sí que lo sintió?. Pues, sí, el temor a ser descubierto o acusado lo mataba a conciencia. El acto se dió de la más vil forma, la persiguió toda una tarde hacia el trabajo, por el valle, a escondidas de ella, cuando regresó de su trabajo, él, todavía la persigue. Cuando en el valle, se cuece la manera más atrayente, de creer en el desierto, porque sola estaba ella, Elisa, se encontraba sola, desapercibida, y la tomó y la jaló por un brazo, la hizo suya en cuestión de unos segundos. Le rasgó el vestido, y a la fuerza la hizo suya, y ella, Elisa, teniendo en cuenta que ella era vírgen, perdió todo allí mismo en la misma soledad y ansiedad que tenía el caballero por el maldito sexo con ella. La dejó maltrecha, desolada, triste, en soledad y herida, con un hilo de sangre que le duraría como una menstruación. Se confundió el momento, ella cayó desmayada al suelo y él hizo con ella lo que quiso. Cuando despertó, del trance, y de la terrible violación, sólo se dijo, -“¿qué pasó?”-, y despertó y se fue para su hogar, allí en calma sollozó lo que nunca, como toda mujer, y quiso callar todo lo ocurrido. Pues, en realidad no supo ¿quién fue?, sólo se amarró a su almohada a llorar, y se colocó una toalla sanitaria, y así quedó, bañada por tanta suciedad de aquél hombre tan vil y tan sucio. Y el hombre que la mancilló, sólo se fue a su hogar y allí lo recordó todo, como si fuera el mismo instante en que lo había perpetrado. 

 

Y ella, Elisa, socavó muy adentro su dolor y su pena, y se fue por donde el ritmo de la vida terminaría. El diablo fue su aliado, la indecencia su mayor carta y su vida en despojos fue su carta de presentación. No se bañaba, yá no aseaba la casa, dejó el trabajo, y su vida perdió el ritmo que llevaba. Elisa, era otra, y lo peor, que ése mal nacido le contrajo una enfermedad llamada Sida. Y lo tenía y lo llevaba en su sangre. Y lo peor a donde quiera que ella iba. Fue lo peor que le hubiera ocurrido a ella en su vida. Fue un día por el valle aquel donde ocurrió todo, y encontró una cadena donde tenía un dije de un delfín. Ella, yá sabía quién fue que le hizo la fechoría. Pues, en el forcejeo se le cayó al hombre, al maldito hombre. Era él, el hombre de treinta y cinco años quien la amaba a ella. Y, aún, borracha, con el “hangover”, de la noche anterior y se fue para su hogar. Allí, perpetró la más cruel vindicta eminente. Lo quería asesinar. Pero, todo le salía mal. Estaba mal, abatida, herida, y desolada, y lo peor con los tragos como única defensa de su mal estado de salud. Bebió y bebió hasta saciar la maldita sed. Cuando en el ambiente, sólo se llevó acabo una triste compañía y era el alcohol. Cuando la lluvia era su compañera y su más esencial, desastre, en querer al cielo en tempestad. Cuando en el tiempo, sólo el tiempo pasó, como se llevó el mal olvido, el recuerdo de todo, y el mal comienzo. Cuando su vida yá era un tormento de luces invernales. Y se convirtió en sereno, el tiempo, sólo el tiempo, cuando quiso en ser como el ave poder volar lejos con lo que tenía entre sus manos y era esa cadena con el dije del delfín. Cuando quiso romper las cadenas del imperio el de la muerte fría y tenebrosa. Y se fue por el rumbo incierto, por la manera más electrificante de ver el poder entre sus manos. Y saber que tenía la cruel vindicta entre sus manos. Pero, pensaba y pensaba y no podía lograr lo acometido. Cuando en el alma, sólo en el alma, sólo quiso entregar lo que quiso siempre en ser y tener. Y se fue con la imaginación, con su numen sobre la cabeza y su pensar. Cuando en el alma, sólo en el alma, se debió de enfríar su propia alma, en contra del dolor, en contra del desafío, en contra del acometido. Cuando en el alma, se debió de creer que era la luz más grande e inmensa del cuerpo. Y sí, que lo era. Cuando en el alma, sólo en el alma, se desafío lo que se descifró en el alma. Cuando el frío, sólo el frío sólo quedó en la misma piel de Elisa. Y con tanta enfermedad y para encima bebiendo, sólo quiso romper aquellas cadenas del imperio, las de la muerte fría y gélida. Pero, se entristeció más, cuando su vida cayó en una total perdición. La muchacha llamada Elisa, cayó lo que tenía que callar, pero, todo mundo sabía lo que le sucedía. Cuando en el ambiente sólo socavó muy dentro, lo que callaba el alma fría, una verdad o un sólo recuerdo mal infundado. 

 

Continuará……………………………………………………………………………...