Caminar en pleno sol, con su hermosa luz calida, seda tenue y agradable que nos toca en domingo, andando entre piedras de río, el mundo y sus contornos bellos, saber que algo más grande que el amor nos corresponde. Entonces se manifiesta el sentir, lo perfecto entre cuerpo y espíritu, en ese lugar venerable que espera.
Así es el mundo cuando se detiene y vemos que hay delante de nosotros, en lo cotidiano, es maravilloso el instante, cuando contemplamos serenos el prodigio universal, todo junto, con los sentimientos emanando y reflejándose en las cosas que tenemos y que nunca comprendemos, un mágico domingo de Hierofanía.
Y mas bello es recordarlo, tenerlo y manifestarlo, el recuerdo nace de cualquier cosa, en un momento donde se nivelan los sentidos y nos convertimos en esa entidad que vuela al lugar donde reposa nuestra esencia. A ese lugar que tenemos dentro. El alma.
Somos otros, la terrible hazaña del hombre para poseer, nada vale ante la omnipresencia, entonces nace lo sagrado, todo es interminable cuando ese sentimiento aflora y nos eleva a la extraordinaria esencia del ser humano, germina un nuevo ser, uno que entiende las cosas del espíritu, nace en nosotros la dicha de saber, de conocernos y aceptarnos tal y como somos. Todo en un axioma alejado del odio, el rencor.
Es un instante de plenitud, alargarlo depende de la comunicación que ya desde antes de nacer teníamos con el universo, así florece todo, ante nuestra mirada de placer, y la dicha del encuentro nos va guiando por nuevas sensaciones que hasta entonces no teníamos, pero intuíamos no obstante, es nuestra primavera al verdadero y mas grande amor.
Nosotros mismos.