Si tus horas hubiesen
cruzado antes
cerca de mis brazos,
hubiera podido contener
con mayor celeridad
tu cuerpo desnudo.
Aquí quedan las palabras
selladas por auroras,
sus vuelos nocturnos,
sus ofrendas de ternura,
y un camino diferente
adoquinado de quietud.
El roce de mis manos
sobre tu piel inabarcable,
ha dejando marcas
en tu sinuosidad vespertina,
arañazos del vivir,
que nos consumen,
inundando el aliento silvestre
y sensorial que nos acerca.
Hay marcas profundas
en la arcilla que ha pisado
nuestro delgado tiempo,
la noche se ampara
en la sed que trae el silencio,
donde deseo y miradas,
satisfacen el temblor
carnívoro que nos convoca.
Eduardo A. Bello Martinez Copyright © 2015