La mañana parece un porvenir.
Sentado en la carretera anteponiendo mi obsesión sobre el sabor metálico de mi cuchillo,
y tus celos.
Piensa en nada,
vamos y ruega al perdón de este lugar.
Porque no todo está perdido susurro.
Y nuestras damas nos quieren tantísimo.
Pero ahora te digo:
el terror de esta noche nos acompañará hasta el día de nuestro fin.
No hay nada que perder entonces,
y el sabor de tu beso es un martirio.
Cayendo,
con esa esencia fugaz.
O algo más
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