oscar perdomo marin

Una buena razon para vivir

Oscar Perdomo Marín

UNA BUENA RAZON PARA VIVIR.

Me hundo en el exilio de una ausencia sin nombre,
distante e íntima como la lejanía de un recuerdo.

No atino a caminar sobre mis pasos perdidos en la arena
y en vano, me busco.

Hay una nebulosa frente a mí.

Creo ver las montañas que erigí con ganas de perderme
en la jungla de mis miedos.

No me avergüenza la inseguridad de un niño
que aún habita en mí,
ni la bofetada de un tuberculoso marinero,
primera injusticia de la vida, de la que recuerdo tengo.

Reverdece la cadena de porqués sin respuesta,
cuando entonces
osé preguntar al marinero sobre el inmenso océano
y sus sirenas y caballitos y estrellas.

Quizá fue el momento inoportuno
de aquel macilento grumete
que cercenó de un tajo
el embrujo de un gorro blanco y azul,
prenda distintiva de la corte de un mítico capitán ,
capaz de batirse con mil piratas
en los siete mares de mis tempranos sueños
en barquillos de papel.

Cuando viajo al interior de mi pasado,
siento la honda bruma de haber vivido,
saltando los barrancos de un perdurable reto:
el desafío de ser entre la muchedumbre de niños como yo
y crecer en la vorágine de la agridulce pobreza
que sortear me tocó y a veces celebrar con mi inocencia
¡Bendita pureza marchitada por los años!
La candidez que me abrió paso, como el bastón al ciego,
en el carruaje amorfo de una ciudad
de muchos pueblos de grandes sombras negras.

Pretendí limpiar el piso del cielo
y otear el mágico espejo que fabriqué en mis sueños,
quizá con la intención de descubrir que, siendo igual a todos, continuo buscando hoy
la diferencia que me hizo caminar a la vejez.
¡Aun la busco y esa es una buena razón para vivir!

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Abril, 11, 2019.