Oh Dios mío fui necio largos años
viviendo de espaldas a tu gracia,
dilapidando el gran tesoro de tu amor.
En verdad has salvado mi camino
haciendo de mí una luz en medio
de la noche de un mundo extraviado.
Y aunque indigno yo soy de tu grandeza
quiere mi carne darte el culto de alabanza:
ensalzaré la copa de la salvación
y entonaré los cantos de la gloria,
me saciaré del pan que tú me ofreces
y seremos así tú en mí y yo en tí,
yo perdido cuan grano de trigo y tu candente
como la zarza ardiente que no se extingue.