Lincol

OTOÑO

OTOÑO

¡Ay otoño, otoño! Cuán frágil llegas y qué fuerte te haces. Acaparas todo con sutil ligereza y a abrazas a la niña con suave rocío. ¡Ay otoño!, te pareces mucho a ella, aunque no lo creas. Te quedas en su frente ancha con el brío de tu alma;  y en su mirada — debajo de esas dos, frondosas cejas— te muestras reacia y transparente, observando desde adentro. Tan parecida eres que sus cabellos son rocíos de negra finura y textura; y sus labios expresan —sin temor—, lo que realmente quieren decir. Bellezas, les sobran, y todo el mundo los conoce, aunque sus corazones —solo unos cuantos puedan tocarlos— se dejan abrazar en medio de sus fuerzas.
¡Ay otoño!, aunque colores te falten, tus matices llegan a todos, tocando rumbos y marcando momentos, en poco tiempo pones a tus pies lo que rozas dejando el alma desnuda.

LMML.