Es penosa la vida en la derrota
por tan sólo la muerte de un soldado;
se agita nuestro espíritu quebrado
y el corazón de pena nos explota.
Copioso es el caudal de fallecidos
por el brutal enemigo traidor,
que extermina las almas sin pudor
dejando a familiares compungidos.
No podrá el adversario liar a tantos,
que sin duda verán nuevos albores
en vías de sus sueños, pese al llanto.
Y arribado el final de los horrores
que provocaron pavoroso espanto...
¡Victoria cantarán los triunfadores!
Jorge Horacio Richino
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