Deberías empezar a creer
en la primavera
si arriesgas todo el odio
al quicio del viento
donde palidece la justicia del enemigo
y prende la noche
que enmascara la lengua rizada del sol
cuando la nieve es luz de incógnito
que desteta nuestro mediodía sin escrúpulos
ombligo putrefacto del tiempo
relente de musgo
que repica su flor
en la cabeza del desmayo
cuando mi oficio es gritar
errabundo
a la bífida encarnación del beso