ZMRS

**~Novela Corta - Las Cadenas del Imperio - Parte V~**

Sólo pensó, pensó, en lo que más debía de pensar: en la venganza. Y Elisa, lo sabía, que debía de superar las cadenas del imperio tan pronto pudiera. Cuando se enfrascó una sola idea en la cabeza, y con tanto frío, la perpetró, pues, ni las cadenas del imperio le impidieron cosechar buena voluntad, en hacer y realizar su venganza, la más cruel de los tiempos. Cuando entre aquella habitación, se fraguó el deseo más vil de los tiempos. Cuando en la manera de atraer la venganza, atrajo el amor de Rudolfo, él yá sabía de todo, le enseñó la  cadenita con el dije del delfín del caballero que la violentó. Cuando en el alma triunfó el deseo en escuchar la voz de ése, quien la violentó. Y ella, se dijo una vez más, -“no tengo mucho tiempo, ni él tampoco…”-, el Sida le estaba acechando como las cadenas del imperio, de la vil muerte en su cuerpo. Cuando en su esencia sólo se atrajo a Rudolfo, y Rudolfo, la ayudó muchísimo, a hacer valer su vindicta. Era una sola mujer, sin poder ser indeleble su vida y menos su historia. Cuando en el alma, estaba sola, sí, estaba sola, y sola fraguó la venganza y las terribles cadenas del imperio sólo llegaron a atormentarla, sin un destino o un final feliz para ellas. Pero, ella, pensó e imaginó, Elisa, la muchacha de ojos azules y de cabellos rubios largos, sólo quería asesinarlo, pues, era su acometido más electrificante. Cuando en el camino sólo tenía dos cosas por hacer vengarse y morir, o vengarse y vivir. Sólo pensaba ella, casi débil, pero con unas fuerzas indelebles. Sólo fue inaudito lo que le hizo ése hombre a ella, -“es imperdonable e intolerable”-, sólo lo decía ella, Elisa. Mientras que romper las cadenas del imperio, se le hacía más difícil, porque su vida yá se apagaba.           

Sólo le quedaba vengar toda su vida, su virtud y su sangre. La muchacha de cabellos rubios largos, fraguó su más vil hazaña, o su más terrible y horroroso crimen. Y todo lo inventó con la ayuda de Rudolfo, sólo se sintió más fuerte, más intolerable, más eficaz, más indeleble, cuando en el corazón sólo quería, dejar claro que su cuerpo era de ella y no de otro cualquiera, cuando sólo su sangre fue mancillada y ensuciada. Cuando su destino es y será, vivir con el dolor y con la cruel venganza al acecho de las cadenas del imperio. Y quiso visitar el valle por última vez, cuando vió todo intacto e inerte como lo que había pasado allí en el valle, hacía más de cinco meses y recordó cuando la jaló por un brazo y la hizo suya a la fuerza, dejando estéril a su corazón, y dejando inerte a su sangre con esa cruel enfermedad. Y se fue por el rumbo inerte, quedando fría con su propia alma tan gélida, como un frío hielo, destrozando y callando lo que siempre calló, su triste violación. Cuando en el alba o en el amanecer se volvió oscuro lleno de tempestad y de una terrible lluvia. Cuando en el alma, sólo se sintió desolada, triste y tan herida, como en el amanecer se entristeció y se dejó llevar hacia la triste soledad de querer amar a la eterna lluvia como preámbulo de su tristeza consecuente. Y su marcada vida, sólo le dejó una marca trascendental, transparente, y translúcida, pero, indeleble. Sólo se miró en el espejo de la vida, vió que su vida no parecía igual a la de ayer. Cuando se electrificó el combate de ver y de entregar su propia ira y desilusión, en contra de la felicidad, si era poder estar en contra de las cadenas del imperio, socavar muy dentro, y salir airosa, aunque nunca una mujer debe de precipitarse a entregar su delirante frío hacia una fiebre en su cruel venganza. Si se fue por el camino frío, y más por lo intolerable del desastre, de ver y de sentirse devastada y más por el frío. Elisa, quedó sin sentido, pero, fríamente, frívola y tan friolera como el mismo hielo cristalizado. Cuando quedó eternamente como una sola destrucción, como un solo e ineficaz rumbo sin conseguir lo que más amaba, la cruel venganza. Pero, las cadenas del imperio sólo sollozan muy dentro como dejando una estela o un camino dentro de su propia alma. Y buscó la cadenita del delfín y se dió cuenta que llevaban unas iniciales, que decían I.L.Y., y nunca descifró su nombre, pues, hay y existen muchos nombres con la letra I. L.Y. Hasta que sostuvo y mantuvo su cerebro encendido, tan prendido y tan real, como poder indentificar esas iniciales de la cadenita con el dije del delfín. Y se dijo que no era en español sino en inglés, que decía, -“I Love You”-, y sí, que lo descifró, pero, se dijo debe de ser un nombre o su nombre. E hizo una lista de nombres, pero, que lo más factible era I Love You. Dejó de dar cabeza y quedó con ese I Love You. Y volvieron las cadenas del imperio a atormentarla, era la fría muerte que la llamaba, que pedía su vida, y su vivir. Era imprescindible pensar e imaginar y fraguar la venganza más directa e irracional, pero, eficaz y verdadera. Y sí, que lo consigue, lo logra y lo trama y lo perpetra, cuando en el alma, sólo en el alma, sólo se debe de sentir, como tan fría como tan helada, y gélida, o como el mismo hielo, descifrar lo que más quería y anhelaba. Cuando en el alma, se debió de creer que esa venganza era tan cruel y tan vil como lo que ella, Elisa, pensaba e imaginaba. Cuando en el tiempo, sólo un tiempo tan nefasto como aquella ira era, tal vez, tan real y tan cierta como la certeza y la franqueza de pensar en asesinar. Y las cadenas del imperio, la ayudaban, pues, era como hacer un hechizo o un brebaje con el propio antídoto. Pero, una mala situación, sí que se avecina. Cuando en el tiempo, sólo en el tiempo, se encrudece de iras, de odios, y de dolores sin más combatir con apaciguar el mismo dolor con ansiedades inconclusas. Y ella, yá imaginaba lo que quería perpetrar cuando su violación no quedaría impune ni sin una justa justicia. Cuando albergó su desilusión, su decepción y su adolorido corazón en saber que el tiempo no es aliado para la compasión. Cuando en el deseo se convirtió en una extraña sensación de querer vengar a su propio corazón. Como un problema sin ser posible de ver la solución. Cuando la pregunta estaba sin respuesta. Cuando en el alma, sólo en el alma, quedó una manera tan real, como poder sobrevivir, o poder morir sin tener a ciencia cierta una sola razón.

 

Cuando el hombre de más de treinta y cinco años, sólo quedó como final de un sólo principio. Con la cruel venganza de Elisa. Rudolfo, la ayudó muchísimo. En acometer el delito más infringido por ella, Elisa. Cuando en el instante, sólo se llenó de malos y de falsos deseos. Y se quedó fría como el hielo, o como el álgido del tiempo, sólo socavó muy dentro de la verdad, y sí, fue una verdad que automatizó en la sola certeza. Cuando en el delirio quedó con tanta fiebre delirante, y fue el desastre o la decepción, de una verdad que le hirió a muerte socavando en el interior desde que el ocaso llegó como la noche fría sin poder olvidar el tal suceso, tan marcado y tan trascendental a su corta vida. Cuando en el tiempo, sólo quiso en ser como el pasaje, de ida y sin vuelta, dejando un sin sabor dentro del alma tan fría. Cuando en la desventura fue como la más inmensa tortura, dentro de aquella alma que vagaba por el infierno. Sí, era el mismo diablo, si Dios no existía para ella, si era maléfica y transmutada hacia otro dimensión donde no existía ni el cielo ni el amor real. Sólo hallaba la manera de ver y de sentir lo más real, la venganza desde sus propias manos. Desatando una ira, una insolvente, pero, real solución a su dilema e incógnita por decir que ese hombre de más de treinta y cinco años pagaría por su mal acto. Como consecuencia de una vil violación tan cruel y tan desnuda situación. Cuando el personaje de su vida, automatizó, sólo la imagen de una virgen violada. Y muy seriamente. Cuando el aire sólo se sintió frío y tan denso como el aire en la ventana sin una sola razón. Si sólo se acercó el delirante delirio como la fiebre o como los escalofríos más tenues entre su cuerpo y su piel. Y las cadenas del imperio, sólo se llenó de desafíos y de iras, y de muerte insegura de terror. Cuando en el infinito del infierno sólo le permitió un sólo desafío poder vengar su violación. Y lo tramó y más perpetró un instante en que sólo el universo era como ser un cómplice. Y las cadenas del imperio, sólo se refirió a un desenlace o una terminación sin ser falsa. Y todo porque llaman como llama la muerte fría. Y ella, Elisa, lo sabía todo. Que vendrían también por él, si poseían la misma enfermedad. 



Continuará………………………………………………………………………………………...