Si un día me voy de este mundo, no quiero que llores por mí, porque no podre estar a tu lado para poder secarte las lágrimas con mis dedos cuando resbalen por tus mejillas.
Si un día me voy de este mundo, no creas que me iré para siempre, porque te estaré esperando mas allá de la muerte, allá en donde los Ángeles esperan a los que creyeron fielmente.
Si un día me voy de este mundo, no pienses que me habré ido del todo, sino que un poquito de mí se quedara contigo en cada poema que escribí en mi cuaderno. En esas canciones que cantábamos cuando amanecían los atardeceres. En el cálido susurro del austro que te recordara mi aliento tibio rosando sutilmente tus mejillas.
Si un día me voy de este mundo, no marchites la rosa blanca de mi alegría con tu tristeza, alza una copa de vino y brinda por mí, porque yo estaré mirándote más allá de las estrellas. Y cuando escuches aquel ruiseñor trinando en tu ventana, sabrás que es la voz de mi Ángel que te estará bendiciendo desde la alborada.
Si un día me voy de este mundo, no quiero que detengas tu vida por mi; recuerda que aunque abraces a otro, acaricies a otro, beses a otro, y ames a otro, mi esencia quedara plasmada tan adentro de ti que jamás nunca podrás olvidarte de mí, jamás nunca.