Extravié la alegría
en el recodo lejano
de una tarde de verano;
la entregué
en los versos malogrados
a una mujer que nunca me amó
y a otra a la que amo demasiado.
Se fue en los
largos adioses
a la infancia de mis hijos,
en la eterna tarde
en que agoniza mi padre,
en su recuerdo indeleble
y en la certeza
de la llegada de la noche.