Guardián De Ángeles

La eternidad del instante

Fenece hoy paulatinamente y renace
con el alba al remontar un nuevo día,
y sueña, que la esperanza te envuelva
alimentando la fe y la perseverancia
de que estaré en tu ventana cada mañana,
otorgándote la fluidez de mi mirada
y una caricia que sutilmente irradiando empape
a tu alma de fruición -desorbitadamente-;
mi presencia en su proscripción con lentitud ocurre,
pero la sonoridad con reiteración no va a cesar
en tu mente repitiendo mi nombre;
que el acoso del llanto jamás te pasme
y en la perspectiva del silencio aguarda,
en tanto la ocasión de mi retorno se atrasa;
no olvides que el beso aunque moribundo persiste
desde el día que con pasión me lo diste.


Los enamorados se encaminan devorándose
con la mirada y reconstruyéndose con besos,
atándose de la mano se mantienen en enamoramiento
mutuamente y así superan los contrastes infames,
solamente a ti y a mí nos toca soportar lejanías,
estás con tus alas en el suelo y yo con mis bríos hecho añicos,
mas a tu corazón en sufrimiento no le niegues regocijos,
yo duermo hasta que se disipen las zozobras,
y tú canta sobre las ramas en densificación por los montes;
si lentamente el aliento amorosamente recuperas,
saldremos campantemente tras vastos alborotos.


Soñando con la eternidad del instante,
que por incitación de la felicidad te concede
nuestra aproximación… la cual acaricia
con suma terneza a tu pensamiento;
tu intención de inmortalizarte es latente
y mi integridad delineas en trovas que flotan,
junto a mí se detiene el tiempo sin esfuerzos,
de tus sentimientos con hermosura eres consciente,
ya que la viveza de tus pulsaciones aumenta,
en mi visión permaneces adormeciéndote,
y en el escudo de mi sonrisa estás segura,
mientras aguardamos a que pase la tormenta.


Mientras van los románticos itinerantemente
marcando sus huellas en la playa
y arrastrándose una polilla su sueño calla
-tras salir de la crisálida sin prendas
ni equipo protector para el combate-;
un ave abandona la seguridad de su refugio
con el fin de cantarle al día que nace
olvidando los peligros en su ánimo,
pues sonriendo presiente un presagio
de bondad y remonta el vuelo en su quimera;
tú abres los ojos y luego en tu claustro
te percibes y con tus huellas en extravío
decides emitir fruiciones que perturban,
desvaneces la frialdad de tu alma,
porque la albura se encumbró
sobre los albores que garantizan la paz.