Exhausto y turbado detuve mi andar, cuando me di cuenta que un sentimiento agonizaba en mi alma. No logre dar un solo paso más, un reloj frente a mí se desvaneció, y todo quedo en estado de suspensión inanimada. Aquel moribundo sentimiento me dejo completamente ausente del mundo, me llevó al fondo mismo de mis entrañas, y me arrastro como una tempestad.
El fuego de una incomprensión rebelde y muy lejana, se encargó de quemar los recuerdos que aquel sentimiento evocó con tal furia y pesar, fue una muerte anunciada, era la muerte de un sentimiento que no se puede enterrar.
Todavía inerte y exhausto, y con el tiempo inmóvil, aquel sentimiento murió una vez más; pero esta vez, el tiempo no quiso ser testigo, un dolor en el alma que duele más que la carne, y perturba más que una noche de insomnio rodeado de lobos y cuervos negros junto a la cama; allí, donde nada se puede enterrar ni esconder jamás, a pesar de la oscuridad y el silencio de la noche.
Cuando un sentimiento noble muere dentro del alma, el llanto es la única posibilidad de ahogar tanta tragedia, porque hay sentimientos que cuando mueren; son una verdadera tragedia... es como morir solo en el desierto de tus peores pesadillas.
Pero un dolor ahogado por las lágrimas, permitirá que el corazón pueda flotar, y así, tener la posibilidad de ingresar por los caminos de un nuevo poniente.
El sol, ingresará a nuestra alma junto al nuevo amanecer, y veremos crecer a un pequeño sabio, que le hablará al corazón que pueda creer en el amor.
“He viajado más lejos que una estrella, pero siempre dentro de mi alma.”
Kinmaya