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**~Novela Corta - Las Cadenas del Imperio - Parte VI~**

Y no le queda mucho tiempo, pues, su enfermedad, amerita cuidados, y ella sí se cuida, pero, las cadenas del imperio, o sea, la muerte fría la llama más que a la propia vida. Estudió todo de él, lo persiguió varias veces, yá sabía la hora de entrada y de salida de él, cuando trabajaba le deseaba un mal petrificante. Cuando sólo llegaba él, a su casa, descifrando lo que quedaba en él, sólo él presentía un cometido y era que ella tramaba su cruel venganza. Cuando en el alma, sólo en el alma, llegó a automatizar una sola espera, en esperar a que sólo el presentimiento, le llegara a auto realizar su cometido más real desfachatez, más cruel y significante de toda su vida. Cuando en el alma sólo se cruzó un mal deseo, un mal hábito y un mal torrente de tempestades frías. Cuando en el alma, se siente como una sal embestida, seca y con sed de una cruel venganza. Cuando sólo en el coraje se siente como el odio frío y como los ojos sin poder ver el ocaso frío, dentro de la salvedad de presentir el suave desenlace, cuando en el momento se hiere como herida estaba su alma. Cuando en el combate, de ir y venir se aferró el silencio o la paz bendita, pero, subrayó lo que rayaba en la vida, un silencio como el desenfreno o como poder frenar su decepción o su fría desilusión que le ahogaba o que la mataba. Y la herida estaba a cien grados de la fría fiebre y tan alta como llegar al monte. Cuando en el instante se dió como una vez por defraudar el ánimo en cuanto a la felicidad, pero, su triste vida era más que la alegría que quizás nunca iba a tener. Si el destino de Elisa, se volvió triste y herida como el mismo pasado. Cuando el sólo el camino se tornó seco, inseguro y, por demás, solitario. Cuando en el alma, sólo triunfó la triste agonía que llevaba Elisa, entre sus hombros. Cuando en la intensa intensidad, se desvistió un sólo porque desnudo y entre lo que más se sentía allí. Cuando en el alma, sólo infringió el desorden de amar a sus más maléficos recuerdos y más pensamientos frívolos y tan friolera como el ademán tan frío. Como la verdad que llevaba ella, Elisa, como en su interior un desenfreno casi real. Cuando ella, Elisa, sólo se sintió desolada, y triste, acabando con su pobre corazón, y teniendo unas lágrimas de dolor en sus ojos azules y sus cabellos rubios largos yá no era tan brillantes como antes. Y era para ella, un dolor de cabeza inherente, inerte y muy consecuente, que se creía estacionario. Cuando en la mañana, se abrió el deseo, de vengar a su alma, a su piel y más a su cuerpo, y más a su sangre. Cuando en el alma sólo se debió de entregar lo que más no fingió en caer entre sus más pesados hombros, el dolor. Cuando en el camino se creyó lo que nunca en el corazón, pero, sí de una vil e insospechada venganza. Y todo, porque, en el hambre o en la sed de venganza, sólo se pudrió su imaginación y sus pensamientos más fríos y frioleros como el mismo hielo. Se electrizó más su cometido, su fuerza en debilidad, y en su más nefasto y aciago tiempo. Cuando en el dolor, se sintió suave y delicado, o como un desierto frío y desértico, tan real como el haber sido vivido. Cuando en el alma tan seria, sólo se electrificó el combate en ir y venir con ese dolor tan frío. Cuando en la calma se enfrío el deseo, de vengar a su sangre, a su pobre y delicado cuerpo. En hacer que el destino fuera como el acecho en creer que el perdón o la condonación no era horro, para ése caballero de más de treinta y cinco años. Cuando en  creer se debió de sentir como un frío tan penetrante en la piel, como ese dolor, tan hiriente como lo fue esa triste violación. Cuando en el alma, se entregó como el pasaje de ir y de venir fuertemente entre el camino y el destino. Y era ella, la que encerró el frío entre su más débil piel. Fue como autorretratar el desafío y descifrar lo que conlleva una fría aceleración del mismo corazón frío e inerte y sin pobres latidos. Que no fingieron en saber que el destino es la incógnita fría en desembargar el corazón sin poder más herirlo fuertemente. Cuando en el alma, sólo atrajo la desconfianza como la cruel herida, y la vindicta eminente de fraguar en contra del caballero quien le hizo tanto daño. Cuando el corazón no fingió el dolor. Pues, en el alma, sólo cosechó un mal deseo. Después de sentir en el corazón una estúpida sensación de creer en el dolor tan hiriente como lo que pasó ella, en el ayer. Antes, de poder olvidar, sólo se sintió fuertemente arraigada a su dolor de cabeza. Cuando en el hálito fue seco, abrumante y sofocado en fríos inertes. Como lo que más se identificó en su coraje del mismo dolor, cuando sólo el dolor fue como la herida punzante, débil y automatizada en saber que en la piel se hería, tan sólo con el vil y el mal recuerdo de todo lo vivido. Cuando en la misma piel, se electrificó cuando en el pasaje de la vida, cayó en redención y en pecados tan fríos de creer en el mismo dolor. Y el ayer, ¿era ayer?, o ¿el pasado infringido por el caballero?, cuando en el ayer, sólo pintó un dolor en su alma como el haber caído en fríos y de sentidos sin poder sentir más. Si las cadenas del imperio llegaron como llega y se lía y se atan al mismo cuerpo, descifrando lo que nunca una fría muerte tan débil como el ataúd que le esperaba y que le llamaba. Cuando en el cielo se dió un frío ensordecedor, cuando en el alma, se dió como una nieve fría y tan delicada, como aquella vez en que se sintió como el ademán tan helado como tan gélido el tiempo en que se sintió en la misma piel, el odio de tener que lidiar con tal violación. Y era ella, Elisa, cuando el sol cambió de rumbo y llovió sí, llovió sí, cuando cayó un aguacero en el suelo por donde barre la suciedad como dentro del mismo corazón. Cuando el solo corazón, se debatió un llanto como el latido frío y desolado que irrumpió en desorden el trayecto, por el cual, se enfrío el deseo en vengar a su cuerpo, a su alma, y más a su propia sangre. Más no se supo del delirio, del tiempo, o del ocaso en frío, cuando en el alma, sólo se aferró al desastre y al delirante trueno en el cielo de tempestad y sin libertad. Y, ¡ay, de las cadenas del imperio!, cuando yacen en la piel, como la mortífera muerte. Cuando en el ademán tan frío se intensificó su esencia y presencia en una total ausencia, que devastó su vida en un momento. Y las cadenas, ¡ay, de las cadenas del imperio!, cuando se ganan en un cuerpo y en una mente en que se gana un torrente de aguaceros fuertes. Cuando en la mañana se debió de atraer el desastre en que se vivió después de aquella noche en el valle, en la noche fría dentro de su propio cuerpo, de su propia alma que se sentía tan álgida y tan fría como aquel tiempo. Cuando sólo el deseo fue inherente, álgido, y real, el de vengarse a sí misma. Pues, el tiempo, y el sólo anhelo se fue por el ocaso frío. Cuando en el tiempo nefasto, sólo se debió de enfríar el cuerpo, y el delirio a ser como la muerte fría. Cuando en la fantasía, creyó en ser débil y tan irreal como el desierto en magia. Como en el alma una mala suerte llena de sorpresas ingratas y devastadas por el tiempo. Cuando en el camino, se sentía sola y en soledad, si se enfrío el desastre de sentir y de ver en el cielo una sola tempestad. Cuando en el delirio automatizó, a gran escala lo que restaba por hacer de su vida. Cuando en el ambiente, sólo socavó una manera en atraer lo que más perdía una vil y atracción e inconclusa vida. Cuando su hálito sólo se hallaba, lo que más envenenaba, un agrio sabor, dentro del dulce sabor que perdía yá su esencia.



Continuará………………………………………………………………………………