De las noches que estuve en tu aposento,
yo conservo tu cálida mirada;
cuando llena de hermoso sentimiento
me ofrecías su luz tan argentada.
En un haz de deseo virulento
tu pupila lucía iluminada;
encendiendo tu fuego tan violento
que arrasaba de forma apasionada.
¡Fueron días de fiesta sibarita
embriagados de amor y de locura,
con ensueños de origen siderales.
Te manaban del ánfora bendita,
de tu cuerpo de espléndida hermosura
con cadencias de orgasmos virginales!
Autor: Aníbal Rodríguez.