(A Noelia)
A la hora más exacta,
arribar a París y que parezca
que somos dos perfectos ajenos paseantes,
conmovidos de pronto y al unísono
por la gris bienvenida del otoño.
A la hora más exacta,
caminar por la orilla más lírica del Sena
imaginando versos giratorios
y a ti en el epicentro de su melancolía.
A la hora más exacta,
encontrarte a mi lado en algún puente
y mirarte a los ojos, y saber que has venido
a dejarte nombrar por mis ausencias.
A la hora más exacta,
seguirte presuroso por cualquier bulevar,
contando las pisadas y las hojas
y las sonrisas que nos entrelazan.
A la hora más exacta,
sentarnos en un banco tenuemente nocturno
sin temor a la luna o a noviembre,
y besarte en París como si fuese
el último confín de la ternura.
2012