Los rubios aromas de la mañana
se desvanecían en los cárdenos alcores
como angustiados suspiros de blanca paloma
diluidos en los álgidos vientos del norte.
Las irisadas nubes de algodón se elevaban
por las azules cumbres de los montes
y entre luminosos destellos de plata y oro
se perdían en la inmensidad del horizonte.
Blanca era la paloma y azules las montañas
que traían a mi memoria recuerdos incólumes
de los dorados años de mi lejana infancia
tejidos entre las verdes ramas de los robles.
Mi espíritu suspira ahora a la orilla del mar
entre lágrimas amargas y aromas salobres;
disueltos en nubes blancas y azules brumas
se esfuman mis penas y mis dolores.
En las alas del viento