pasaron ya otras horas
dejándonos la sal
y las pestañas sanas
sin ruidos
sin algarabía
el vaso limpio
espera a sus hermanas
junto al espejo
que ya no recuerda
el reflejo
de los aguaceros
duermen palabras
con sus voces estiradas
y sus trazos pulidos
en el patio
las naranjas cantan
su perfume de otro verano
y acechan el mejor
lugar para caer
sin romperse la corona
en una silla crujen
los clavos viejos
frágiles y gastados
costillar de dientes acerados
que conocen el peso
de los corazones de antaño
horas pasaron
de años atrapados
entre libros y recuerdos
la casa toda se estermece
cuando en sus entrañas
alguien cuenta de nuevo
los platos en la mesa
Eduardo A. Bello Martínez
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