El pájaro alzaba el vuelo
libre como sopla el viento,
trinaba siempre contento
soñando su amor y anhelo.
Volaba por las praderas
refugiándose en el sueño;
gozoso, sin ser el dueño
de las cosas pasajeras.
Nos llenaba las mañanas
de amores con sus cantares,
siempre feliz sin pesares
desde sus horas tempranas.
Era inquieto, no paraba
con su aleteo y sus trinos,
por veredas y caminos
las mozas enamoraba.
El gavilán acechaba
con mirada dirigida,
dando en el pecho la herida
su vida le arrebataba.
El pájaro apagó el canto
una tarde de verano,
sueño y anhelo fue en vano
sobreviniendo el quebranto.
El cruel gavilán rastrero
las garras dejó en su pecho,
señales de vil pertrecho
de un malvado bandolero.
Cantó el pajarito el canto
siempre alegrando la vida;
su nido, nunca lo olvida
ahogándose en su llanto.
Los días irán pasando
y pasarán muchos años,
pero sus ojos castaños…
¡Seguiremos recordando!