De un chelo enamorada
estaba la tuba,
de un hermoso y brillante chelo
que la engalanaba por las noches
sonando sin ningún repertorio,
lo que le salía del alma de chelo enamorado,
en notas discordantes pero llenas de sentido.
La tuba por su parte
se reía de su sonar absurdo
y desordenado.
Pero lo amaba tanto
que hasta el descompás
la elevaba al séptimo cielo musical.
Desconcierto de amor,
pero amor, al fin y al cabo.
A la par,
una trompeta fina y elegante,
como recién horneada,
deslumbrante y bastante pretenciosa;
quiso brindarle una melodía de conquista,
que no pudiera olvidar y la persiguiera allá a donde fuera.
Queriendo despertar así a la dulce tuba,
como un pétalo en su boca,
sonando su corazón de aire;
sumergido en la atmósfera,
sonaba
y sonaba fuerte
y lejano,
y hermoso como un milagro.
Pero nunca tan profundo y cercano
como a las curvas y cuerdas
de su chelo ella se abrazaba.
Siempre tuvo claro
con quién quería formar su orquesta
por más melodías que nadie la inventara.