Desde el silencio,
callado de la noche
sentí una voz.
Me estremecí
oyendo tus palabras
tan delicadas.
Era esa voz
precisa y temblorosa
que me enviabas.
Querías ser
la brisa de mis labios
y la gaviota.
También el mar,
el viento y la galerna
de un corazón.
Tembló mi alma,
temblaron mis sentidos
y te besé.
Besé tus labios,
despacio, en el vacío,
y en el silencio.
Y me besaste,
sin prisas y sin pausas,
en ese instante.
Todo era un sueño,
en versos de un poeta
y su locura.
Rafael Sánchez Ortega ©
29/02/20