En un reeditar lo diferente,
como si se trenzacen
uno a uno los caminos
que llegan y delatan,
se va alargando la mirada
hasta topar con la esperanza,
olvidando la jamás grata
pluralidad de adioses,
que no nos han salvado
de las mordientes lejanías
apiladas en la memoria,
hiríendonos con sus
raíces de humos blandos,
parasitando vivamente
sabores dentro de la piel,
olores por sobre la lluvia;
luego el pesar regresa rudo,
aunque suene la música
repleta de secretismo,
y el mar se expanda
en una lentitud extaña,
alimento para la bruma,
quitándole al tiempo
empuje y ligereza;
pero cuando amanece
la luz a mitad de otro cielo,
y descienden en mil texturas
las palabras desde su podio
casi inconquistable,
esa presencia siempre tuya,
presta sus manos sedosas,
empapelando con fuego,
el recorrido por donde
resbalan los recuerdos,
transformados en verbos.
Eduardo A. Bello Martínez
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