¿Hay alternativa?
Un, dos, tres, cuatro... quince pasos.
¡Media vuelta!, ¡¡¡Fueeeeegoooo!!!
El marqués de Brumont cayó contra una nieve que ardía.
Su contrincante, ufano, sopló el cráter helado de su pistola
respirando muy hondo —¡por esta me he salvado!—.
Tras un largo mirar el cuerpo inerte de su excelencia,
abandona el escenario, de espaldas a los acontecimientos.
Leves segundos transcurrieron y una comisura roja principia
a bajar hacia el cuello de su camisa de lino inmaculada.