Noche de diciembre y beso turbado,
crepúsculo de amores inmaduros
como los frutos más prontos y oscuros,
a los que la savia aún no ha llegado.
Noche de carmín rojo apelmazado
en mis labios inconscientes y puros,
que vírgenes no eran ni prematuros,
pero insignificantes a tu lado.
Fueron testigos el tiempo y el rocío
sobre aquel banco, testigo el mutismo
por las mariposas desconocidas,
huecas y primerizas con un brío
por conocer juntos nuevos abismos,
nuevas victorias, en una y mil vidas.