Zoraya M. Rodríguez

**~Novela Corta - La Vida en el Tren - Parte I~**

Don Emeterio del Bosque, era un buen hombre, dueño de una hacienda allá para el 1940. Las cosas no estaban muy bien, si casi deciden marcharse del país para Europa, para el viejo continente. La hija menor de Don Emeterio del Bosque, se llamaba Mayrenis, era una buena muchacha, pero, no salía de las caballerizas con el hijo del otro hacendado, que se llamaba Julián. Un día, entre el calor y la sofocación del día, Mayrenis y Julián, hicieron el amor como su amor lo profesaba, entre aquel escondite que era para caballos. Y fue un día hermoso, entre los rayos del sol, y la poca llovizna que corría por el monte más verde. Ellos, se visten con sus ropas, pues, era tiempo de marcharse y de despedirse. Mientras que pasaba el tiempo, Mayrenis, se da de cuenta que le faltaba la menstruación, estaba atrasada por un mes y medio. Retraída y compungida, estaba tristemente y con temor a quedar embarazada de Julián. Mayrenis, era y es la clase de muchacha tímida, y seria, pero, un poco alegre de carácter, porque era y fue muy feliz entre las caballerizas amando como loca a Julián. Julián el hijo del hacendado, del competidor de Don Emeterio del Bosque, tenían una competición en producción diaria con él. Pues, Julián era un muchacho sin experiencia de vida alguna, era muy joven como Mayrenis, y no tenía trabajo, era un vago, el hijo de papá. Cuando de repente se reúnen las familias de los dos hacendados, pues, era fin de año. Ella, Mayrenis, sólo le dijo que le faltaba la menstruación. Y eso le cayó como bomba sin poder estallar en el mismo estómago. Cuando ella, Mayrenis, sólo se sintió sola y dejada, y tan maltrecha como mancillada y más sin honor que fuera respetado como el hombre que pudo haber sido, pero, no fue así. Sólo dió un frío cobarde dejando a una mujer que lo amaba y para bien. Ella, no dijo nada, hasta que una mañana entre las caballerizas del establo, Julián le dice que se marchaba el otro día para los Estados Unidos. Ella, lloró toda la tarde, pues, su esencia de mujer estaba muy triste y débil de ansiedad y de carácter. Pasaban los días, y la mujer no sangraba normal. Y sí, estaba y se encontraba embarazada. Corre, pero, Julián se había marchado lejos, y ella, embarazada sí que lo sabía. Y ella, se dijo, -“ay, si como quiera no se iba a hacer cargo de ésta criatura”-, y calló por unos días más. Cuando sólo no quiso regresar a su hogar, y quedó allí varada entre las caballerizas. Cuando en su alma quedó una lágrima de dolor, y de callar lo que llevaba dentro. Cuando lo ocultó siempre, sino salía de las caballerizas, y allí, protegía lo que quería deshacerse ocultando bajo un cinturón quitagrasa. Se lo ponía cuando estaba al lado de su padre y su familia, pues, era muy joven para agriarse la vida con un embarazo. Y así fue durante todo el embarazo. Lo ocultó, y cuando dió a luz, lo abandonó entre los caballos, entre las caballerizas de aquel establo. Y no supo de él, del bebé nunca más. Hasta que el destino, unió todo aquello, que una vez dejó varado y tirado entre las caballerizas de aquel establo, cuando una vez sólo se dejó llevar por el mal recuerdo. Cuando el alma se debió de haber enfriado bastante. Si Mayrenis, sólo se dejó llevar por el mal olvido. Si Mayrenis se dejó llevar por el amor y por la pasión. Dejando una mala suerte entre su vida y el destino. Y era ella, Mayrenis, pues, la mujer que se dejó llevar por el camino pernicioso y devastado, cuando dejó de amar y de creer en el amor, cuando dejó a su criatura abandonado y tirado entre las caballerizas. Y el padre sin saber nada, sin siquiera sospechar algo. 

 

EL padre de ella, de Mayrenis, sólo le hace hincapié en hacer un viaje por Europa, para que se distraiga un poco de todo. Cuando ella, Mayrenis, le expresa que sí. Que en la próxima semana se quería ir. Y se vá sí, para Europa. Cuando su padre yá quería ver a su hija casarse y de blanco, como toda señorita. Cuando en el acto se vió tan indeleble. Y fue su hijo que abandonó y tiró como si fuera basura en las caballerizas. Y lo recogió Doña Tomasa, la sirvienta del joven Julián. Y lo amamantó con leche de cabra, pues, no le gustaba la leche de vaca. Fue extraño, pero, real, y verdadero. Cuando en el pasaje de la vida, Julián se había marchado de allí, también. Huyendo, tal vez, al embarazo de Mayrenis. Cuando el padre de Mayrenis, se vió en un altercado entre los hacendados de la región. Y salió como defensora de todo, Doña Tomasa, y le expresó a Don Emeterio del Bosque, que su hija dió a luz a un tierno varoncito y que dejó allí abandonado entre las caballerizas. Cuando se enteró el padre de Mayrenis, la mandó a buscar de Europa. Y le hizo responsabilizarse de todo. Le preguntó de quién era el hijo y ella le respondió que Julián. Quedó atónito, pero, cierta era aquella verdad. Cuando en el alma se debió de creer que su amor había llegado al final de todo. Y a ella, a Mayrenis, el padre Don Emeterio del Bosque, le perdona tal semejante cosa, y mala acción de haber dejado a su hijo tirado y abandonado allí. Ella, temerosa, pero, con una corazonada muy latente, tomó a su hijo en brazos y le dijo mi bebé. Lo tomó por vez primera entre sus brazos, cuando su alma lanzó una luz perfecta y su corazón saltó en la más alegre circunstancia. Cuando en el camino se logró recuperar lo perdido, pero, algo faltó, y se dijo él, Don Emeterio del Bosque, que quería el honor de su hija entre sus manos. Pero, ella estaba muy feliz con su hijo entre sus brazos. Cuando en el alma se debió de entretejer en una sola red en que hoy abrazaba a la eternidad con el llanto tierno de su hijito entre sus regazos. Cuando en el alma, se debió de tener un suspiro entre lo que más ella anhelaba un hijo de él, de Julián de su primer y único amor. Cuando en el alma se debió de entregar un fuerte abrazo, como una indeleble razón, cuando a su hijo lo tuvo entre sus brazos. Ella, Mayrenis, quiso y amó a su hijo como todo varón. Mientras, que pasaba el tiempo, Don Emeterio del Bosque, salió de prisa del país, a buscar a Julián. Veía tan contenta a su hija, que no le importaba más nada. Pero, algo le frenaba en su interior, y era tener el honor de su hija entre sus manos. 

 

Y salió muy a prisa, en una mañana, cuando al sol siguió y persiguió. Cuando en esa mañana salió de un lado a otro, cuando en el hálito se acostumbró a ser tan frío y tan gélido como la nieve. Y el ambiente, se oscurece, de un tiempo, y hacia a una noche mágica. Cuando quiso ser el viajero del tiempo, del tren de la vida. Y se fue y corrió de un tiempo para acá, en ese funesto tren de la vida aciago, y tan vil, que a veces, nos deja la vida. Cuando en el ingrato desenlace, pertenece, y amanece, con ese sol y para todos. Cuando en la mañana, dejó un desastre, de esos que se creen en querer sobrevivir, y fingir lo que más termina, una salida en la vida de un tren. Y tomó las riendas de su vida, Don Emeterio del Bosque, y quiso más el saber dónde se encontraba el tal Julián. Para hacer valer el honor de su hija entre sus manos. Y sólo quería el honor y más el respeto de ése hombre para con su hija, Mayrenis. El tren de la vida, el que le dió experiencia y vivencias y más, le dejó un por qué para vivir, su nieto. Y viajó por el tren, por muchas ciudades, por muchos barrios, pues, buscaba la vida de Julián, para hacer valer su destino y más su futuro con su nieto. Y se fue hasta el cielo cuando en el corazón latió como late un pedazo de alma con luz. Y se fue por donde la camino termina y nunca se detiene el andar. Cuando en el tren de la vida, acechó su manera de ver y de observar la vida. Cuando quiso tener el frío dentro de la fuerza en cada cual de los costados del corazón en el pecho, donde se duerme el más vil de los instantes. Cuando en el momento se dió como el amor en el mismo corazón. Cuando en el alma se sintió como agua en cristal en el lodo. Cuando en el alma, sólo fue un destino frío. Cuando Mayrenis se sintió sola y desolada sin el amor puro e inocente de un padre que la amaba para bien. Cuando en la vida, sólo fue el tren de la vida, como una cruel herida. Cuando en el alma, sólo en el alma, se abasteció de calma sin un fuego en la mirada. Cuando fue el camino como un sólo hálito, cuando en el alma, sólo se aferró a la calma sin un fingir. 



Continuará………………………………………………………………………………………