El señor nos protege con su manto divino,
su mano providente resguarda nuestro mundo,
y le insufla a todo hombre su aliento más profundo;
nos da vida y bondad, quita piedras del camino.
Sin su celeste ayuda, la vida no imagino;
el hombre desolado, sería un vagabundo
con traje de dolor, añejo y nauseabundo;
fatalidad, fracaso, sería su destino.
¡Gloria a ti mi maestro, creador de belleza!
Estoy agradecida por darnos tanto amor,
¡Padre, somos el barro sencillo de tus manos!
Demuestras a los hombres, con tus actos: destreza;
la tierra desértica, la llenas de color,
¡Nos enseñaste, padre, querernos como hermanos!
Autora: Edith Elvira Colqui Rojas-Perú-Derechos Reservados