Desgraciados mis ojos
que se fijaron en tu rutilante belleza
los maldeciré por siempre
pues a ellos les debo
mi nostalgia y tristeza
En algún momento
del prisma del tiempo
cayeron rendidos a tus pies
volviéndome esclavo
de tus besos y mies
Soliloquio sempiterna tu mirada
robaste la luz de las estrellas
para encadenar mi corazón a tu riada
de exquisitos embelesos de doncellas.
No habrá paz en mis sentidos
seré el reo de tus guiñes que opiáceos
marcaron la ruta de mis deseos
escindiendo la furia de mis latidos.
Moriré maldiciendo los rosales del azafrán
que con guisos y melodías
desquiciarón de colores mis días.
Violáceo te entregue mis besos que morirán.
En el extremo de unción de mi partida
donde iré a regodear tu amor avaro
después de haberte arrancado besos a mordidas
disfrutaré de mi resurrección como Lázaro.
Exquisito placer el mío de haber bebido
la copa de tus pechos y el elixir de tus besos
que aun muriendo daré por satisfecho lo vivido
y pagado tu engaño con la flor de tus cerezos.
Me condenaste al ostracismo y olvido
por mis paganos besos que los di como monedas.
Nunca dije que amar sería prohibido
viví el éxtasis del paraíso con Eva, en la alameda.
Hoy mi sentimientos reñidos con la felicidad
se despojan del trono mezquino de la juventud
y se enzarzan en una lucha abierta a tu maldad
porque nos sabemos ganadores a plenitud.