Sea que la brisa roce la cara
o el viento ausente no se acuerde de mi,
mi velero avanze
a su ritmo,
con sus penas,
con su tardanza.
Sea que la música venga
o el silencio se apodere de mis manos,
desenvaine mi guitarra
-compañera de vida-
y me defienda de las cicatrices.
Sea que mis letras sean mudas
o sordas y pecadoras,
lleguen a las manos
de quien
no trate de entender
lo que estoy buscando.
Sea la noche
cuando no quiera el día,
sea uno a uno cada minuto,
cada calada,
cada suspiro.
Que la mancha de mis huellas
no sea imborrable,
y que aquel beso
no sea irrepetible.
Sea que dejemos de ser hombres
para ser más humanos
y no lavarnos las manos
con la sangre de quien nada ve.