Existen tumultos de hojas,
luz entre ellas, estambres decaídos,
montones de alfalfa, ídolos derrumbados,
serpientes de angostura y nicho, fábricas
de límites, que al cuerpo se pegan,
como tumbas persistentes.
Existen esas delicadas hojas transparentes,
cuyos nervios se adhieren a la derrota máxima
de una ruta intersticial, y esas nubes tóxicas
que producen nevadas y sangres y tórax.
Leves mentalidades que provocan el óxido,
puertas anchas que atravesar, odios disciplinados
y valijas que albergan un desprecio consuetudinario.
Existe ese labio infrecuente que propicia
comunidades de ojos, iris invisibles, estaños
de luna llena, rocíos que circulan como un metal
por venas dilatadas, esa fiebre que agoniza
en cada pájaro menstrual.